Desde el otro lado del charco se ven las cosas con perspectiva… o eso dicen, porque ahora mismo me siento en medio, entre dos mundos.
Pero no sé distinguir cual es el real y cual no… Se supone que el mundo real es aquel que me espera allí para cuando vuelva… Con mi gente, un futuro trabajo, un mundo de responsabilidades (y facturas) que, aunque ahora adormiladas, esperan impacientes mi regreso…
Se supone que éste es el mundo irreal, temporal o debería decir semi-real porque noto el aire frío en mi cara, el viento helado que comienza a azotar la zona de New England en esta época del año incluso en días soleados (cada vez menos), porque noto la yerba sobre la que me siento a escribir en este momento, porque oigo a las personas que me hablan, las reconozco y las toco… pero ando como sonámbula, como si muchas de las situaciones que van sucediendo por aquí no fueran conmigo, como si, aquí, yo estuviera interpretando una especie de papel en una obra de teatro…todo acompaña en esta representación pues incluso las casas, los coches y la imagen general de la ciudad son tan parecidas a las que aparecen en las películas hollywoodienses que parecen parte de un atrezzo montado para mi experiencia en la ecléctica ciudad de Boston.
Creo que este mundo parece irreal porque sé que tiene fecha de caducidad.
¿Es esa la diferencia?
Puede ser… vivimos siempre con una intensidad especial aquellas vivencias que sabemos terminarán pronto (las vacaciones, los fines de semana fuera de tu ciudad, los viajes sea cual sea el motivo, las relaciones de verano, los ligues de una noche…)
¿Y por qué nos relajamos en lo que consideramos que es nuestro “mundo real”?... porque creemos que tenemos mucho tiempo para disfrutar de nuestra “vida normal”… -“ya lo haré mañana”, “ya le llamaré mañana”, “ya iremos mañana”…
Pero no nos damos cuenta de que el mañana es incierto, estés donde estés.
Y no nos damos cuenta de eso hasta que “perdemos” o nos alejamos de aquellas cosas a las, por considerar permanentes, normales, no damos la importancia que merecen… Salir con tus amigas con esas risas compartidas, los besos o abrazos a tu pareja, recostaros juntos en un sofá para ver una película, la comida de tu madre, la mirada de tus hermanas, cenas improvisadas en tu casa, llamadas de teléfono de una amiga para contarte su noche del sábado, un sándwich de jamón y queso con tu compañera de piso a las 5 de la mañana… tu cuarto, tu intimidad, tu independencia, tu coche... incluso la rutina se añora cuando no la tienes.
Es cuando no tienes esas cosas cuando las echas de menos, porque te das cuenta, en lo profundo de tu ser, de que también pueden ser caducas.
¿Cuál es el mundo real?... ¿aquel que consideras permanente?.
Pero… nada es permanente… todo y todos somos caducos.
Al final de todo, lo único permanente, en el fondo es la energía de las personas, nuestra luz, y aquello que queda en la memoria física o genética.
Deberíamos tratar de disfrutar siempre de cada segundo de nuestra vida, da igual si estamos viviendo situaciones reales o irreales… porque nunca sabrás cual es cual.
Yo de momento, a ver si aprovecho más mi vida irreal aquí, porque ahora mismo he de darme cuenta de que es la única real… incluso aunque sea caduca.
Vivir el presente le llaman.
Es tan sencillo y a la vez tan complicado…
Vamos a ello!!!
http://www.youtube.com/watch?v=XAEasqYox8s&NR=1
